El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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lunes, 15 de junio de 2015

El rayo

El rincón del optimista
Juan

A los 10 años comprobé que cuando cae el rayo cerca, el trueno suena al mismo tiempo.

Hoy toca un cuentecito real con preguntas finales. Algo que me ocurrió cuando tenía 10 años. La historia ocurrió en la casa familiar del pequeño pueblo en el que nací y crecí. Era finales de junio, por la tarde, se formó una gran tormenta, esas de San Pedro, que son las peores, y además venía por la Ermita San Miguel, que son más que peores.
Entramos en casa mi padre, mi hermana y yo, pues mis otros dos hermanos estudiaban fuera y aún no habían llegado de vacaciones. Mi madre se encontraba realizando unos cursillos de cristiandad en León, es decir, que era ‘de colores’ como se reconocían los cursillistas que tenían como himno aquella canción conocida: “De colores se visten los campos en la primavera, de colores es el arco iris que vemos salir; y por eso los grandes amores de muchos colores me gustan a mí”. Letra de enorme calado, sin duda. Bueno, que como dice mi amigo Fulgencio, que me esnorto. Vuelvo al surco. Ante el sonido de los primeros truenos de aquella tormenta nos guardamos, como decía, mi padre mi hermana y yo en la cocina de aquella casa que estaba y aún sigue, en la parte alta del pueblo, junto a la era y la carretera. Al tercer o cuarto trueno mi padre se levantó y nos dijo que era mejor que fuésemos al hornillo, una pequeña cocina de verano situada al oeste de la vivienda, pero pegada a ella. Los niños, como no podía ser de otra forma, obedecimos al padre. Y justo nada más llegar al hornillo y sentarnos en el banco donde, por cierto, mi madre nos había parido a mi hermana y a mí, sonó un enorme estruendo y al mismo tiempo vimos avanzar un haz de luz por el pasillo adelante hasta donde estábamos. Nos quedamos petrificados. Había caído un rayo en la casa (el trueno había sonado a la vez que vimos la luz del relámpago). El susto de los tres fue brutal. No dábamos crédito a lo ocurrido. El rayo había caído en la cocina que justo acabábamos de abandonar unos segundos antes. Nos quedamos mudos. Cuando acabó del todo la nube (que así se llama la tormenta por esos lares) nos acercamos a la cocina, donde olía a quemado, los registros de la luz habían saltado, la televisión se había fundido -y eso que estaba desenchufada- y varios baldosines se habían despegado de la pared. En resumen, había entrado un rayo por la antena de la tele, un rayo con una enorme carga de energía por las consecuencias que vimos y que, de haber estado en ese salón, probablemente hubiéramos muerto los tres.
La pregunta se hace evidente: ¿Qué le impulsó a mi padre a decidir ir al hornillo ese día si aparentemente la cocina era igual de segura ante aquella tormenta? ¿Podría tratarse de un presentimiento, de una intuición, de una premonición, de un sexto sentido? ¿Pudo mi padre seguir simplemente la orden de ‘alguien’ que le sopló la idea en su subconsciente? ¿Si hubiera estado mi madre en casa ese día hubieran ocurrido los hechos tal cual ocurrieron o precisamente tuvo algo que ver mi madre ausente en la forma de obrar de mi padre? Hay muchas más preguntas que se podrían hacer, pero prefiero que sigas tú mismo/tu misma. Igual que las respuestas también te las dejo para ti. Lo que sí te digo es que este optimista que hoy escribe, que hoy lees, está vivo de milagro, pero sobre todo estoy/estamos vivos gracias a los ‘sensores’ vitales de mi padre. Espero haberlos heredado para poderlos poner en práctica.
Asín sea.

PD: Apunte dedicado a mi hijo Samu que hoy cumple 16 añazos.

Tenemos 5 comentarios , introduce el tuyo:

  1. Está mas que claro que no era nuestro momento ni el lugar
    Elena.

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  2. ¡Las preguntas que dejan todo lo que vivimos! Al final hay más preguntas que hechos en sí.

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  3. ¡cuánto no sabemos!

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  4. Las casualidades no existen........

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  5. ¡Muchas Felicidades Samu!

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