El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
Blog
jueves, 10 de febrero de 2011

ENTREVISTA CON SAGRARIO RIAÑO: CRUZ DE ORO AL TRABAJO: DE PROFESIÓN Y VOCACIÓN VOLUNTARIA (I)

Entrevista a Sagrario Riaño Villalba, Cruz de oro al Trabajo.
De profesión y vocación voluntaria.
Ni un solo día sin hacer algo por los demás


Este blog había concertado una entrevista personal con Sagrario. La disculpa, haber recibido la cruz de oro al trabajo por la Escuela Universitaria de Trabajo Social de León el día 19 de enero de 2011. Ella no da importancia a esas cosas ni se siente que tenga nada que aportar para destacar en este blog. Su humildad no es un disfraz. Está convencida que no hace otra cosa distinta de lo que quiere hacer y eso le hace estar satisfecha, sin necesidad de reconocimiento alguno. Es algo así como que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Algo que este reportero descubrió enseguida es que Sagrario es muy olvidadiza, como desmemoriada, para sus muchos gestos de bondad y de ternura.



- Nací en Siero de la Reina, en la montaña de Riaño, cuando la guerra civil hacía estallar sus primeras bombas de muerte, en el seno de una familia pobre. Mi padre estaba enfermo, apenas pudo ir a la escuela. Lo que sé me lo ha enseñado la vida. A los 14 años ya estaba trabajando en Bilbao de asistenta. A pesar de las penurias familiares del momento, cuando pienso en la infancia la evoco como un instante feliz de mi vida. Mi padre me enseñó a querer a la gente, a ser cariñosa, amable, siempre con la verdad por delante. ¡Qué nunca faltes al respeto a los demás, hija!. Esas cosas me decían, que a mi me parecían verdades como puños. Los valores humanos son lo más grande, también eso me recordaban. Aunque no tuviéramos para comer, éramos una familia feliz, muy feliz. Hay dos frases de mi padre que las tendré grabadas mientras viva: “vete por la vida de forma transparente, sin tener que ocultar nada” y esa otra, todavía más sabia, “según se porta uno, así recibe, así recibe..”. Y se quedaba en silencio esperando que yo masticase sus palabras.


Sagrario lleva esa felicidad en los ojos y en las manos. Transmite bondad en su cara redonda y blanda como una hogaza de pan recién salida del horno.

- En Bilbao estuve 8 años asistiendo. Me encargaba del cuidado de un niño, de la casa, de la cocina, de la limpieza, de lo que hiciera falta. Allí recibí una gran formación religiosa. Allí aprendí a amar a Dios y que ese amor se manifiesta en el compromiso y en la cercanía con los demás. Más tarde me casé con un hombre que es un santo varón; un hombre bueno y generoso.


Sagrario es voluntaria en el Teléfono de la Esperanza, en la cárcel, con los transeúntes y con algunas cosas más. Al día le faltan horas para dar a luz toda la bondad que hay en su corazón.


- El lema de mi vida es: “ni un solo día sin hacer algo por los demás”. Lo poco que yo sé no me lo enseñaron los libros, porque las cosas fundamentales no están en los libros; a ser humano no te enseñan los libros. Creo que yo nací para ser voluntaria y lo fui desde muy joven, trabajando 12 horas diarias por un salario mínimo. Mi primer voluntariado fue con minusválidos físicos hace 49 años; desde entonces, todos los años les acompaño a Lourdes para avivar su esperanza. Lourdes es para mí algo indescriptible, muy difícil de contar, hay que estar ahí y vivirlo. ¡Llevo tantas años yendo!.


Tal vez donde Sagrario ha gozado y sufrido más es en el voluntariado de la cárcel, acompañando las esperanzas y las angustias de los presos, que quieren empezar una nueva etapa y olvidar, olvidar tantas cosas amargas, tantos días tristes, en la soledad de una celda, esperando ver una libertad que se hace rabiosamente lejana.

- En ellos veo el rostro de Jesús de Nazaret. Me parece que son personas que se han equivocado. ¿Qué hubiera hecho yo si hubiera estado en sus mismas situaciones? A lo mejor hubiera reaccionado aún peor. Cuando estoy con ellos tengo la firma convicción de que me quieren y eso me da fuerzas, muchas fuerzas. Me quieren, tal vez, porque les recuerdo a sus madres, a su abuelas. ¡Soy más feliz con los presos que con algunos hombres de iglesia que los veo llenos...!. Los presos me cuentan su vida, sus pesares, sus deseos. Son para mí como ángeles. Yo trato de darles alegría, esperanza. Les escucho y eso les gusta mucho. A veces me mienten y otras me engañan, pero yo no le doy mucha importancia. Un día de Nochebuena hice mi primer voluntariado en la cárcel: fue el día más feliz de mi vida. Estar junto al dolor, el sufrimiento..


Tenemos 5 comentarios , introduce el tuyo:

  1. No tengo el gusto de conocerla. Me encantaria un día escucharla directamente todas sus vivencias. Hoy ya ha hecho algo por los demás; a mi me ha dado unas grandes enseñanzas: su hunildad, creencias, voluntariado: "Ni un solo día sin hacer algo por los demás"; ¡Que compromiso más valiente!. Ante vd. me considero una persona egoista, cómoda, que solo y exclusivamente pienso en mi bienestar; a ver si con las enseñanzas que estoy recibiendo del Télefono de la Esperanza, voy cambiando y que algún dia llegue como Vd y pueda decirme ante mi " Has llegado por lo menos a los talones de Sagrario".
    ¡Muchas Felicidades!, ¡Enhorabuena! y que le queden muchos años por seguir haciendo el bien a los demás!.Reciba un abrazo muy fuerte con inmenso cariño Mº Angeles

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué gran mujer!. ¡Qué gran corazón!. Y encima sin ruido, sin luces..., un voluntariado gigante, pero como de puntillas..

    ResponderEliminar
  3. Enhorabuena Sagrario. La medalla recibida es un orgullo para todos los que te conocemos.

    ResponderEliminar
  4. Mujeres como ésta son un referente a imitar. Son las que realmente provocan la revolución silenciosa de la sociedad. Las que hacen que el mundo sea habitable y humano, donde no da miedo vivir.

    ResponderEliminar
  5. ¡Qué GRAN MUJER! Te felicito, te admiro y me produces paz, solidaridad, compromiso, empuje, fuerza, cariño.
    GRACIAS por conocer más de tu vida y poder compartirla con todos los que entramos en este maravilloso blog.

    ResponderEliminar