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pero el que recibe nunca debe olvidar
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miércoles, 19 de septiembre de 2012

EL TRIBUNAL DE LA CONCIENCIA Y LA CORRUPCIÓN


Foto Andy


El corrupto ama la oscuridad y abomina la luz. Él sabe muy bien cuan condenable es lo que practica. En este punto es donde se anuncia la conciencia. Se han hecho innumerables interpretaciones sobre el hecho de la conciencia. Se ha intentado derivarla de la sociedad, de los superegos, de las tradiciones y de las religiones, del resentimiento ante los fuertes y otros. Los manuales de ética refieren interminables discusiones sobre el origen, la naturaleza y el estatuto de la conciencia. Sin embargo, por más que intentemos derivarla de otras realidades, se mantiene como instancia irreductible y última.

Ella posee la naturaleza de una voz interior que no consigue ser acallada. Pongamos ejemplos: en el año 310 el emperador romano Maximiano mandó diezmar una unidad de soldados cristianos porque, después de una batalla, se negaron a degollar inocentes. Antes de ser ejecutados, dejaron una carta al emperador: «Somos tus soldados y tenemos las armas en nuestras manos. Sin embargo, preferimos morir a matar inocentes y tener que convivir con la voz de la conciencia acusándonos» (Passio Agaunensium). El 3 de febrero de 1944 otro soldado alemán y cristiano escribía a sus padres: «me han condenado a muerte porque me negué a fusilar a prisioneros rusos indefensos. Prefiero morir que llevar toda la vida la conciencia cargada con la sangre de inocentes. Fuiste tú, madre mía, quien me enseñó a seguir siempre primero la voz de la conciencia y solo después las órdenes de los hombres» (Letzte Briefe zum Tode Veruteilter).

¿Qué poder posee esa voz interior hasta el punto de vencer el miedo natural a la muerte y aceptar ser muerto? Ella amonesta, juzga, premia y castiga. Con razón Sócrates y Séneca afirmaban que la conciencia «es Dios dentro de ti, junto a ti y contigo». Kant, el gran maestro del pensamiento ético, decía que «la conciencia es un tribunal interno delante del cual pensamientos y actos son juzgados inapelablemente». Este filósofo fue quien introdujo claramente la distinción entre precio y dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituído por algo equivalente. Sin embargo hay en nosotros una instancia que está por encima de todo precio y que, por eso, no admite nada que la sustituya: es la dignidad humana», fundada en la conciencia de que «el ser humano es un fin en si mismo y no puede nunca servir de medio para cualquier otra cosa».

El malo y el corrupto se esconden sin que nadie los busque y huyen sin que nadie los persiga. ¿De dónde les viene ese miedo y ese pavor? ¿Quién ve el dinero escondido para el cual no existen cofres secretos ni claves para abrirlos? Para ella no hay secretos entre las cuatro paredes de palacio ni en un oscuro cuarto de hotel. El corrupto sabe y siente que la conciencia es mayor que él mismo. No tiene poder sobre ella. No la creó. Ni puede destruirla. Puede desobedecer a sus imperativos. Negarla. Violentarla. Pero no puede silenciarla.

¿Por qué sacamos a relucir este clamor íntimo? Porque estamos interesados en conocer los tormentos que la mala conciencia inflige al corazón y a la mente del corrupto que desvió dinero público, que se apropió de los ahorros de los trabajadores y de las personas mayores y que, desenmascarado, tiene que inventar mentiras y más mentiras para esconder su delito. Pero no hay nada escondido que un día no sea revelado. Aunque salga absuelto de un tribunal, porque contrató abogados hábiles en hacer discuros tan lógicos que encubrieron su crimen y convencieron a los magistrados, no consiguirá escapar del tribunal interior que lo condena. Una voz lo persigue vaya a donde vaya, acusándolo de indigno ante sí mismo, incapaz de mirar con ojos límpidos a su esposa y a sus hijos y hablar a corazón abierto con sus amigos. Una sombra lo acompaña y le roba la irradiación que nace de la bondad originaria de una conciencia serena y feliz. La vida lo maldice porque traicionó la verdad, violó su propia dignidad y se hizo despreciable ante su propia conciencia.

Leonardo Boff

(Traducción de María José Gavito de → Ética, Economia, Español, Religião, Teologia. Ainda sem comentários. Blog no WordPress.com. Tema: Vigilance por The Theme Foundry).

Tenemos 4 comentarios , introduce el tuyo:

  1. Hay que ser consciente de que la conciencia se educa, sino acabará pensando lo que nuestra mente crea como cierto(y esta nos engaña);se acomodará a sus intereses y se creerá que es lo verdadero.

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  2. Preciso, profundo, esperanzador y comprometido artículo de Leonardo Boff. La conciencia. Nadie escapa de ella, porque eres tu mismo. Hay algunos, menos mal que son pocos, que a fuerza de echarle capas son incapaces de llegar a ellos, es como si fueran otros dentro de él. Pero la mayoría tenemos la conciencia ahí y a ella no la podemos engañar, somos nosotros mismos y sabemos cuándo actuamos con corrección y cuándo las cosas nops hacen daño. La conciencia, sí. Esa es la mejor medida. Y casi siempre la más exigente. ¿Por qué existe? Para mí, porque hemos sido creados según ell plan de Dios. No lo concibo de otra forma. ERASMO

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  3. En mi vida mis actos siempre trato que estén de acuerdo con lo que mi conciencia me dicta, y es lo que me indica que voy a ser consecuente con las decisiones tomadas, aunque sean contrarias a las opiniones de los demás.
    En cuanto a la corrupción; Pepi no entiende como puede haber personas (mejor les llama: individuos, desgraciados, impresentables etc.etc.) que vayan así por la vida.
    Pero según se está "poniendo el patio", me parece que nos van a destruir hasta la conciencia, así que ha seguir trabajando para conservarla y formemos una fuerte coraza, para seguir siendo cada uno de nosotros, nosotros mismos.

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  4. Chema Sánchez Orantos19 de septiembre de 2012, 19:43

    Os felicito por esta publicación. En los tiempos que corren, se necesitan reflexiones profundas y cargadas de valores. Sin duda, la voz de Boff suena extraña entre tanta superficialidades al uso. Pero siempre fue así con los profetas.
    Un abrazo y gracias

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