El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
Blog
domingo, 8 de junio de 2014

El interior aterciopelado de los hayucos

La Escribana del Reino
M.E. Valbuena
Hayuco
No hace mucho tiempo –paseando por un hayedo– descubrí el interior de los hayucos, esos frutos que nunca llamaron mi interés por lo anodino de su apariencia seca y simple. Sin embargo, al abrirse, muestran un interior sorprendente, suave y aterciopelado, que merece la pena acariciar.
Nada que ver su frío aspecto exterior con su cálido interior.
Igual que esas personas acostumbradas a vivir dentro de su cáscara protectora, que les aleja de los otros y de los acontecimientos. Esas personas que sufren sin parecerlo y disfrutan sin demostrarlo, que no son capaces de mostrarse tal cual por temor al dolor o al rechazo, que guardan lo mejor de sí mismas para muy pocos y a las que, a veces, la muerte les sorprende sin haber sido nunca libres. ¡Y tienen tanto dentro de sí!
Si el hayuco no llega a abrirse, exponiéndose a la lluvia y al frío, nunca habría reparado en él. Como tampoco he reparado en ese tipo de gente. Y nunca hubiera acariciado su interior ni hubiera escrito esto.
De ello deduzco que para dejarse querer es necesario, por tanto, estar abiertos a las caricias. Mostrarnos tal cual somos y no escudarnos en corazas o cascarones protectores que ocultan nuestro ser.
Es un riesgo, claro, porque uno se expone a lo bueno y a lo malo. Pero encerrarse es un riesgo aún mayor, porque impedimos la entrada de lo malo y de lo bueno. Y puestos a escoger, mejor que entre algo bueno a que no entre nada.

Tenemos 6 comentarios , introduce el tuyo:

  1. "Mostrarnos tal cual somos y no escudarnos en corazas o cascarones protectores que ocultan nuestro ser".
    ¿A QUÉ TANTOMIEDO, puedes contestarnos Escribana?. ¿Puede decir algo alguien?

    ResponderEliminar
  2. Me parece muy necesario mostrarnos tal como somos, así ayudaremos a que nos conozcan y las personas que nos quieren harán que penetre en nuestro interior todo lo bueno que nos quieren dar. Pepi

    ResponderEliminar
  3. Miedo al qué dirán y qué pensarán

    ResponderEliminar
  4. Miedo a volver a recibir palos en la vida como otras veces ha ocurrido. Las experiencias enseñan a cerrar puertas.

    ResponderEliminar
  5. Por desgracia, existe el no-bien en la vida, y esto enseña a no hacer un estrictis a cualquiera que se acerque por ese miedo que produce la vulnerabilidad. Es un paso de protección y de no quedar a la intemperie. Sin embargo, si estamos en apertura a lo que somos, nos vamos abriendo cuando vemos que el otro no es ya un peligro, y "vemos" que puede darse algo bonito en eso que ocurre al darse y recibir.

    ResponderEliminar
  6. Yo siempre me he abierto a amigos... pero el teléfono me ha abierto aún más las compuertas. He participado en talleres donde ha habido confesiones compartidas impresionantes, "desnudeces" que nos han hecho relativizar nuestros problemas... y ayudarnos a abrir aún más nuestro interior: esos son los grupos que han funcionado. Pero no siempre es así. Estoy con El Principito, sólo se e con el corazón... pero el corazón está dentro, escondido, como el fruto del haya. ¡Ánimo... y a hacerlo!
    Paco

    ResponderEliminar