El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
Blog
miércoles, 1 de octubre de 2014

Tu otro yo

El rincón del optimista
Juan
Tu teléfono móvil es como tu sombra, ya no puedes vivir sin él.
Es una relación ‘enfermiza’ la que tenemos casi todos con nuestro teléfono móvil. Y digo casi todos para que no se me enfaden los que aún no hayan caído en la ‘móvildependiencia’. Conozco a dos varones, padres de familia, que aún no han sucumbido a tener uno de estos celulares. Tiempo al tiempo.

Muchos fuimos reacios a comprar móvil por la pérdida de libertad que nos suponía, luego tardamos en entrar en redes sociales o en utilizar el whatsapp. Ahora, sentimos la necesidad de cambiar y modernizar nuestro terminal a los pocos meses de tener uno nuevo. Ya no nos extraña nada ver a la gente hablando con el móvil a la oreja mientras camina por la calle, en el autobús, en el coche (con el peligro que ello entraña de falta de concentración y de posible accidente), en el trabajo… Ahora es más cómodo llevar unos cascos y hablar sin sujetar el teléfono. Pero es que la dependencia con el aparatillo se nota en que lo llevamos en la mano casi de forma constante, también mientras comemos y no digamos mientras estamos sentados en el baño. Lo último que hacemos antes de acostarnos y nada más levantarnos es consultar el móvil. Lo empleamos de reloj, de despertador, de agenda para no olvidarnos de ‘asuntos’ importantes, consultamos el correo electrónico, las noticias, el tiempo meteorológico y si alguien te pregunta algo y no lo sabes, pues le consultas a ese sabio llamado Google que te dice todo lo que buscas en pocos segundos. Queremos tanto al móvil que muchas veces lo llevamos en el bolsillo al lado del corazón. Si nuestro ‘motor’ pudiera hablar nos diría cuatro cosas de lo bien que le sientan las ondas electromagnéticas, esas mismas que te piden que no utilices cuando repostas gasolina por el riesgo real de incendio. En definitiva, hemos convertido al telefonito en un elemento más importante que nuestra propia sombra, más que en nuestro pan de cada día, es ya nuestro OTRO YO.
Ya no sabemos vivir sin el móvil y prueba de ello es que si salimos de casa sin él corremos de vuelta a buscarlo porque la sensación de inseguridad que nos causa es casi insoportable, mucho peor que si salimos sin dinero, sin documentación o sin llaves: “¿Mira que si me llama alguien?”. Claro que te puede llamar, pero tranquilo que por muy importante que sea lo que tiene esa persona que decirte, ya te localizará y te lo contará, que seguro que ni la vida se va a parar ni tu salud corre serio peligro. Utilizas el móvil para quedar a charlar con un amigo y cuando os veis os dedicáis a navegar con el móvil cual autistas sonámbulos. Paradójico, ¿verdad? Habrás escuchado esa frase que encierra mucha verdad: “Cuanto más avanzan los sistemas de comunicaciones más incomunicados estamos entre nosotros”.
Seguro que más de una vez te has preguntado esto: “¿Cómo podíamos vivir antes sin móviles?”. La respuesta es sencilla: “Vivíamos mejor y sobrevivíamos”. Ya no es que no estuviéramos libremente ilocalizables, es que no estábamos tan esclavizados a un artefacto que en cualquier momento puede sonar o puede recibir un mensaje de texto o una imagen, generalmente una ‘chorrada’ que busca hacerte sonreír pero que lo que logra en realidad es sacarte de quicio por el tiempo que te hace perder. Puede que hasta este apunte lo estés leyendo en tu móvil, ¿acerté?
Y si el caso lo trasladamos a los jóvenes-adolescentes, la influencia del OTRO YO es terrorífica: los juegos y las redes sociales les llevan a una incomunicación total con la familia y su entorno, un tiempo precioso que no dedican a leer, a estudiar, ni a jugar a juegos físicos o colectivos con otros chavales. Están en varios grupos de watshapp que no paran de escribir tonterías, están en tuenti, twiter, facebook, istagram, myspace… No insisto más en esto de las redes sociales que en realidad son  bastante antisociales.
Y si me he decidido a tocar este tema no es para advertirte del peligro que corres, amigo lector, por utilizar mal tu teléfono, es simplemente para darme cuenta yo mismo de que, lejos de ser una moda pasajera, también estoy enganchado al móvil, aunque creo que pronto me someteré a un proceso de desintoxicación. Qué digo pronto, ya mismo me pongo a ello.
Asín sea.

Tenemos 4 comentarios , introduce el tuyo:

  1. Y lo que sufrimos por el pobrecito cuando se le va acabando la batería, q ya no dura nada, no como los de antes q duraban una semana.

    ResponderEliminar
  2. A Pepi lo que ya la molesta es estar con un grupo de amigos y están tan entregados al móvil que cortan la conversación. Ya me parece hasta falta de educación hacía el resto de las personas que compartimos ese encuentro.

    ResponderEliminar
  3. Estamos atravesando una época que manejamos mucha tecnología (en realidad la época que nos ha tocado vivir es la 'época de las máquinas'). Pero en el futuro no será así. Vamos camino de dejar la tecnología que nos esclaviza por una tecnología que nos va a ayudar a vivir de verdad.

    ResponderEliminar