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pero el que recibe nunca debe olvidar
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jueves, 23 de agosto de 2012

"FUE LO MÁS PARECIDO A UN INFIERNO..."




Ardiendo las plantas 4ª y 5ª Ayto de León 


Hay servicios que, lo mejor que nos puede pasar, es no necesitarlos. Uno de ellos son los bomberos. Personas de carne y hueso que cuando tienen que intervenir, muchas veces, se juegan literalmente la vida. Es lo que describe este bombero del Parque del Ayuntamiento de León, con motivo del incendio del edidfico de Ordoño II, que tuvo lugar el viernes día 10 de agosto.

La carta va dirigida al Alcade  y dice así:

"Al Ilustrísimo Señor Alcalde de la ciudad de León,

Mi nombre es Alberto García Sarmiento, soy bombero de este ayuntamiento desde hace algo más de ocho años, y uno de los tres bomberos que tuvieron que ser hospitalizados, tras el incendio del pasado 10 de agosto.


Me encantaría poder sentarme a conversar con usted, cara a cara, y de hombre a hombre, pero soy consciente de que en estos amargos días se encuentra muy ocupado, por ello, me dirijo a usted de la única forma que he creído oportuno para intentar expresarle mi sentir.


Tengo treinta y un años, me casé hace cinco años y disfrutamos de una niña de dos años y un niño que acaba de cumplir seis meses. Es mi deseo y una necesidad, contarle lo que viví en el pasado incendio de ésta, nuestra casa.

Cuarenta y dos compañeros, al igual que yo mismo, acudimos voluntariamente al fuego, aún encontrándonos de vacaciones, para jugarnos la vida, literalmente, y cuando menciono “literalmente” es porque muchos de nosotros rozamos en varias ocasiones el límite entre la vida y la muerte. Nadie que no hubiese estado allí, en esos momentos, es capaz de figurárselo. Por mucho que intente describirle lo que vivimos, no podría jamás llegar a imaginárselo.


Nos encontrábamos en la cuarta planta, a la entrada del pasillo que conducía a un espacio lo más parecido al infierno que pueda existir en la Tierra. Arrodillados en el suelo, con un calor asfixiante, como si te metiesen en el interior de un horno de gas y estuviese soplando a su máxima potencia.


La visibilidad que teníamos era igual que si nos hubiesen arrancado los ojos, y el único sentido para guiarnos del que disponíamos, además del tacto, era el oído. Únicamente se escuchaba el tremendo bufido de las llamas que no te permitían comunicarte con el compañero, al que no podías ni siquiera intuir dónde se encontraba.

En esos instantes, cuando tu mente te dice “ahí no debes entrar” y el cuerpo pide que salgas pitando, tu corazón es el único que expone jadeante “¡tienes que hacerlo! ¡Si no entramos nosotros, los bomberos, nadie más va a venir a hacerlo!”.


Es el momento en el que te arrodillas en el suelo, te acuerdas de todos los tuyos, quizás por última vez, y consigues engañar a tu cuerpo arrastrándote hacia “el monstruo”, que no tiene otro propósito más que el de devorar todo lo que se interpone en su camino, sin importarle ni con quién ni con qué se cruzará.


Avanzamos por el pasillo, con ese insoportable calor, humanamente indescriptible. Una vez recorridos diez metros, que nos parecen diez kilómetros, de pronto, se ilumina todo el lugar con un resplandor que te deja paralizado al ver cómo sobre tu cabeza y la de tu compañero, que al fin consigues ver, pasa una lengua de fuego que recorre todo el pasillo, varios metros por detrás de nosotros; justo por donde hemos entrado. Arrastrándote como una auténtica rata, y sin saber ni cómo, consigues salir corriendo de aquella zona.

En un sólo segundo, esa realidad te enseña qué cerca y qué frágil se encuentra la línea que separa la vida de la muerte. Sin embargo, y sin pensarlo ni un instante, das media vuelta y vuelves a intentarlo porque tu corazón no te permite que salgas huyendo [...]


Ilustrísimo Señor Alcalde, quiero manifestarle que nosotros, los bomberos, siempre hemos estado ahí, apretando los dientes cuando hacemos falta. Deseo exponer que somos un servicio al que no se tiene en su merecida cuenta, hasta que no llega un aciago día, como el pasado 10 de agosto.


Es cierto que todos los días no nos jugamos la vida, ¿habría dinero en el mundo para pagar un trabajo de esa índole?, pero sí es auténtico que a lo largo del año, aveces te ves, y perdón por la expresión, metido en un marrón en el que tu vida se encuentra en juego.


Nos entristece descubrir que no se valora la labor que realizamos. Aún más, que el servicio de bomberos de la ciudad de León está infravalorado y que supuestamente, sólo hacemos que quejarnos de nuestras carencias o que reclamamos un dinero por un trabajo que ya hemos realizado. Un reclamo que personalmente, considero estar en mi más absoluto derecho a hacerlo.

Nosotros hemos demostrado en infinidad de ocasiones, que somos bomberos de la ciudad de León, y que estamos dispuestos tanto en los buenos, como en los malos momentos, a defender el trabajo que tanto amamos.


Por ello, espero que este desgraciado incidente, sirva para que usted pueda recapacitar sobre el trabajo que desempeñamos, y suponga un punto de inflexión en la historia de la ciudad de León, en cuanto a la labor de sus bomberos se refiere.

Sin más, que decirle por mi parte, confiando en una gran reflexión por la suya, se despide, atentamente, un bombero de su ciudad.

León, a 14 de agosto de 2012"

(Esta carta la hemos recogido de leonnoticias)

Hoy aparece en este blog para destacar la labor, verdaderamente arriesgada de mucha gente, que nos pasa desapercibida...hasta que nos toca de cerca.

Tenemos 2 comentarios , introduce el tuyo:

  1. Pocos son capaces de valorar la importancia de los bomberos. pocas veces los necesitamos. Los incendios, generalmente, no son tan graves ni los accidentes de tráfico nos tocan de cerca. ¿Es así? Se ha demostrado el mes de agosto que no es así. ¿Quién no conoce un caso de accidente grave en el que hay tenido que ir el cuerpo de bomberos a hacer alguna excarcelación? En eos casos, cuando el cuerpo está agonizando o cuando ya es cadáver sientes la impotencia dentro de ti. Algo debió de pasar en el incendio del Ayto de León para que este bombero haya querido salir a la palestra. Era, dice, un infierno. Y, cuando ellos s ejuegan la vida, otros, -insensatos- se dedican a maldecir su labor: que si llegaron tarde, que si no empezaron a echar agua dos horas después, que si no tenían arrojo ni medios, que si se les fue de la mano...El génro humano es muy propicio a las críticas y maledicencias...Yo, hoy me uno en un gran aplauso a la la labor impagable de estos profesionales, los bomberos, que ponen en juego su vida muchas veces. Vaya mi admiración hacia ellos y mio agradeciemiento. ERASMO

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  2. Desde aquí felicito a todos los bomberos sin excepción, porque aunque es su trabajo, pero el riesgo de sus vidas llego a límites muy elevados, y al final solo quedo en eso "límtes".
    Pero de una manera especial felicito, a los que estando, (bien de vacaciones o en sus descansos por su horario) y, sin dudarlo un instante, se unieron a sus compañeros que estaban de servicio, para extinguir un fuego que resulto de gravedad.
    El relato de A.G.S. por sus vivencias, me ha creado unos escalofrios indescriptibles.
    Muchas veces no se reconoce la labor de unas personas hasta que no surge una catástrofe en la que han fallecido personas. ¡Menos mal que aquí no!.
    Él mismo, a lo mejor, nunca penso en su vida ser bombero, pero en un determinado momento vio, que la única posibilidad de conseguir un trabajo, para su propio sustento y pensando en la familia que quería crear era éste, y lo intento, y lo consiguio, sabiendo el riesgo que ello conllevaba.
    Pero a mí a través de su forma de exponer su relato me parece una persona humana, que hizo todo lo posible para cumplir su trabajo, que se vio entre la vida y la muerte, que dejaba una familia, pero en ese momento lo más importante le parecio que tenia que ser lo que estaba realizando.
    A Pepi la gustaria que los recibiera el Alcalde; y que viera que en el Ayuntamiento de León, (que en estos momentos él es la máxima autoridad), tiene trabajadores que son verdaderas personas con entrega: que buscan diálogo, comprensión, escucha, y que aunque pidan una mayor remuneración económica, no es nada comparado con la pérdida de una vida.

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