El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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lunes, 22 de diciembre de 2014

Educar para
la solidaridad

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra

Decía Ignacie Lepp que “en la historia de la humanidad se conocerá probablemente el siglo XX como el siglo de la solidaridad”. Este aserto también se puede extender a los primeros años del siglo XXI, no solamente por la respuesta universal ante las grandes catástrofes (terremotos, sunamis, atentados terroristas, etc.) sino sobre todo porque cada día contemplamos signos de preocupación por el otro, como lo demuestra el creciente ascenso del voluntariado. Así, encontramos a Asociaciones que se dedican a cuidar a los niños con cáncer, o en la clasificación de los medicamentos para el tercer mundo o visitando a los enfermos, o ayudando a los emigrantes, etc.

Pero la solidaridad no se improvisa; el bebé nace con un germen de preocupación por los demás ( su propia indefensión es el punto de partida para su posterior actitud solidaria) , que debe ser “mimado” por los padres, el entorno familiar, social y escolar, hasta llegar al adulto-solidario. He aquí las claves para ese largo proceso:
Ni “mío”, ni “tuyo” sino “nuestro”: en la evolución psicológica del niño existe una fase en que todo es “mío”: mi juguete, mi mamá, mi colegio, mi chupete. Es la manera que tenemos de ir fortaleciendo nuestro yo. Esto no es patológico, lo patológico es cuando se queda anclado en esa posición y de adulto sigue utilizando y viviendo con “los posesivos”: mi coche, mi casa, mi esposa/mi marido, sin otra perspectiva. Debemos potenciar todo lo que sea compartir ( habitación, juguetes, etc. ) y sancionar todo lo que huela a egoísmo. El niño debe descubrir el placer de recibir pero también de dar. Es una manera de tomar conciencia de las propiaS posibilidades: “doy porque soy valioso”, sería el mensaje.
Un cierto nivel de frustración es saludable: no podemos meter a nuestros hijos en una “urna psicológica”, evitando todo sentimiento negativo de ansiedad, angustia, tristeza, temor, etc. La vida es lucha, tensión, con una pizca de sufrimiento. El niño debe ir aceptando las frustraciones diarias (el olvido de un compañero, la carencia de un juguete, etc.) para que de adulto no sea excesivamente vulnerable a cualquier situación conflictiva de paro, ruptura sentimental, etc. Es una forma de fortalecer el yo  y consecuentemente contemplar al otro no como un enemigo sino como un compañero de camino ( con su más y sus menos) en el arduo viaje de la vida.
Educar teniendo en cuenta al otro: el niño debe aprender de forma teórica y vivencialmente que no es el “centro del universo”, que no está sólo. Las necesidades de los otros y sus deseos, son el contrapunto de sus inclinaciones y proyectos. Ser adulto es tener en cuenta a los demás y sus necesidades. El hombre es un ser inacabado que necesita  de los “otros” para configurar su propio yo. Nadie puede conocerse a sí mismo, sin reconocer al otro en sí mismo. El vínculo Yo – no-yo no es algo añadido al ser humano sino que constituye la propia  esencia del ser. Sin el “tú” no existiría el “yo”, ni tampoco el “nosotros”. El hombre se llama “nosotros”.

Tenemos 3 comentarios , introduce el tuyo:

  1. ¡Qué claridad! Resumida en pasar el "yo" al NOSOTROS. Ahí está la clave. Otetipe

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  2. "Un cierto nivel de frustración es saludable". Gracias Alejandro por recordarlo.

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  3. Muy agradecida por la claridad que hace tus exposiciones Alejandro.
    A parte de lo expuesto anteriormente por las dos personas; también destaco la siguiente frase: "SER ADULTO ES TENER EN CUENTA A LOS DEMÁS Y SUS NECESIDADES". A Pepi le resulta muy saludable aprender cada día una cosa más.

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