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martes, 5 de marzo de 2013

ENTREVISTA CON JUAN DANIEL RODRÍGUEZ (II)

Segundo día de entrevista con Juan Daniel Rodríguez


“Me emociona ver salir el sol, nacer un bebé o un caballo, nacer una patata, una flor o cualquier otra planta”.

“Me saca de quicio la injusticia”.

7º.- Villeza es tu palabra más utilizada en tus escritos. ¿Qué es Villeza? ¿Sus luces y sus sombras?

Hasta los 19 años Villeza sólo era el lugar en el que el destino había querido que naciera, donde había vivido y donde vivían mis padres. Pero en 1989, ya instalado en Madrid, casi por casualidad entré en la sacristía de la iglesia y me encontré con tres libros: matrimonios, defunciones y nacimientos. Empecé casi de broma pero me enganché a tirar del hilo y después de meses casi de obsesión logré sacar mi árbol genealógico de la línea paterna desde el año 1600. Eso me marcó. Durante estos 25 años he tenido muy presentes a mis antepasados, he pensado en cómo vivirían entonces, en qué casas, qué penurias pasarían, en las muertes, los bautizos, las fiestas… Eso me llevó a recopilar tradiciones, fotos antiguas, a recuperar fiestas como la pastorada que allí llamamos La Cordera, Los Refranes de San Antón, San Isidro. Hasta un verano recuperamos, junto a mi hermano Raúl, los trabajos que se hacían entonces: la siega, la trilla, limpiar el grano, moler, hacer pan… Y eso, junto con mis recuerdos de la niñez,  mis sueños del pueblo y mis poemas, lo he publicado para mis paisanos y mis amigos, sin grandes pretensiones. Ya sabes que dicen que los periodistas somos escritores frustrados. La única sombra es que Villeza parece que languidece. En invierno no llegan ya a 30 habitantes y no hay apenas jóvenes quitando tres chavales. Veo complicado revitalizar este como otros muchos pueblos de León.

8º.- “Lo mejor de nuestras vidas reside en el pasado”, has escrito. ¿Qué tiene tu pasado que no tiene el presente? ¿Qué añoras hoy del ayer?

Está claro que el presente y el futuro tienen sobre todo incertidumbre. No saber qué te va a pasar crea una cierta angustia con la que no es fácil convivir, aunque para muchos esa sea la chispa de la vida. Lo que quiero decir es que el recuerdo del pasado, como puede ser nuestra niñez si es que esta ha transcurrido en un ambiente de más o menos felicidad, nos puede contagiar un poco de esa felicidad, podemos fabricar endorfinas buenas. Y como nuestra memoria es sabia aunque se diga que es selectiva, pues tiende a recordar sólo lo bueno y olvida lo malo. Pues a mí me reconforta volver a aquellos pasajes intensos del pasado que fueron buenos, aquellos recuerdos bonitos. Por eso llevo la cámara de fotos siempre y disparo en cualquier momento que creo que merece la pena volver a recrear algún día. No importa cuando. Algún día sorprendo a mi padre releyendo alguno de estos libros míos y me confiesa que le gusta, que se siente bien. A eso me refiero. Eso no quiere decir que reniegue del presente y que no quiera planificar el futuro. Soy muy consciente de que hay que ganarse el garbanzo para sobrevivir en este mundo, pero creo que dedico más tiempo a planificar momentos de los placenteros como viajes, cenas, encuentros de amigos, jornadas de caza… que sé que merecen mucho la pena.

9º.- “Mi vida está llena de cosas sencillas, de acontecimientos simples, rutinarios”, dices. ¿Qué te emociona y qué te saca de quicio?

Si lo digo supongo que será porque siento que no hago nada extraordinario al resto de mortales que me rodean. Por ejemplo, creo que tengo paciencia para hacer algo rutinario y monótono, porque eso me permite pensar, meditar en mis cosas mientras lo hago y cuando acabe seguro que si ha salido bien tendré una satisfacción segura al comprobar el trabajo bien hecho. Tampoco soy perfeccionista, que con eso se sufre mucho. Me emociona ver salir el sol, nacer un bebé o un caballo, nacer una patata, una flor o cualquier otra planta. Creo que todo lo que nace me emociona, aunque me gusta también ver morir el día, la puesta de sol. Me saca de quicio la injusticia y por desgracia mucho de lo que ocurre últimamente a mi alrededor me parece injusto, empezando por las decisiones de los políticos que hemos votado para que nos hagan la vida más cómoda y veo que nos la están jodiendo más mientras ellos siguen cobrando sueldos de escándalo y viajan en sus coches oficiales a costa del contribuyente. Eso ya por no hablar de los ladrones, corruptos. Eso me cabrea bastante.


10º.- Coleccionas sueños y pastores. ¿De qué hablan sobre todo tus sueños? ¿Qué temen? ¿Qué anhelan?
Los sueños que recogí en mi libro ‘Sucedió en Villeza’ los apunté en Madrid justo en aquella etapa de cierta hipnosis que tuve con Villeza, cuando los libros antiguos. Estaba a 300 kilómetros y soñaba siempre con el pueblo y sus habitantes, vivos y muertos. Luego he seguido soñando, lógicamente, pero con distintos escenarios y personajes. Siempre he creído en la importancia de los sueños y he jugado a interpretarlos. Nuestro inconsciente no crea películas así porque sí, siempre es por algo, bien porque estás pendiente de tomar alguna decisión y el sueño te abre camino y te da pistas sobre lo que debes elegir mejor, o porque te ha ocurrido algo el día antes y te han quedado cosas pendientes. Los sueños son clarificadores y lo bueno es que los creas tú mismo. Aparentemente son escenas absurdas, inconexas, pero yo creo que no, que todo tiene conexión a poco que imagines y que te preguntes porqué se ha formado ese sueño. Animo a la gente a que cuando despierte y recuerde algo de un sueño, aunque sea sólo una parte, tenga papel y boli a mano para apuntarlo, antes de que se desvanezca. Cuando ya esté bien despierto puede analizar ese sueño, siempre hay algo interesante en su guión.

11º.- Cinco años de tu vida te los has pasado fotografiando pastores. ¿Qué buscabas en ellos? ¿Quién te dejó más huella? ¿Su nombre?

Lo de los pastores fueron cinco años de mi vida que me dediqué a hablar y a fotografiar a pastores allá donde iba, la mayoría en la provincia de León. Fue una experiencia sensacional. Casi siempre al lado de la carretera. Dependiendo del tiempo con el que contara eran conversaciones más o menos largas, pero por lo general yo era el que tenía que cortar porque son personas necesitadas de expresar sentimientos. Es mucha la soledad que pasan. Es una profesión en declive que yo siempre he idealizado: todo el día en contacto con la naturaleza y contigo mismo. Me he encontrado muchos filósofos, personas que han reflexionado mucho sobre la vida y el paso del tiempo. Te puedo decir que de cada uno aprendí algo, pero si me tengo que quedar con uno sería con Jesús Rodríguez, de Villaverde de Arcayos, que cuando le conocí tenía 90 años y 90 ovejas. Su foto la puse en la portada de mi libro. Era un hombre sabio y muy humilde. Le visité varias veces después antes de que muriera porque me transmitía una paz y unas enseñanzas tremendas. Poca gente queda como Jesús. Bueno, la verdad es que lo que quedan cada vez menos son pastores.

12º.- “Siempre llevo conmigo una cámara de fotos…”. ¿Qué te gustaría fotografiar que aún no lo hayas hecho? ¿A quién te gustaría robar el alma con tus fotografías, como dices que piensan los indios Apache?

No busco la fotografía perfecta, la de concurso. Yo suelo fotografiar momentos, esos momentos mágicos que sé que son irrepetibles, únicos: un encuentro de amigos, una reunión familiar, un paisaje con niebla, con nieve… mi Villeza de noche o al oscurecer. Esa foto que pasados unos años todos sabemos que nos provocará una sonrisa volver a ver, comprobar el cruel paso del tiempo, el recuerdo de un momento que rozaba la felicidad. Desde luego que me gusta fotografiar a personas, pero a las más cercanas. Entiendo algo de encuadres y de luz, pero no llevo una cámara grande ni buena porque me interesa más una pequeña y manejable que pueda desenfundar en pocos segundos para que no se me escape ese momento del que hablo.

13º.- Durante años fuiste poeta. ¿Qué querías expresar con tus versos? ¿De qué hablaban?

Sí, fue una necesidad la de expresar sentimientos de esa forma oculta, un poco en clave que tiene la poesía. Cuando empecé a practicar el periodismo desapareció esa necesidad y comencé a comunicar mi visión del mundo a través de la información y de mis escritos personales. Son medio centenar de poemas que hablan de amor en la distancia, de desesperanza, de incertidumbre y simplemente de un estado de ánimo que quería dejar plasmado en negro sobre blanco.

14º.- En uno de tus poemas hablas de tu “enemiga la tristeza”, en otro de alimentar “de sangre la tristeza…” y en un tercero de “olvidar la tristeza por un momento”. ¿De qué te habla la tristeza? ¿Cómo es? ¿Qué te desvela?

Hace años buscaba esa tristeza como compañera de viaje, hasta me sentía bien a su lado, aunque con el tiempo creo que era pura melancolía y nostalgia de tiempos mejores. Pero llegó un momento en que la carga de esa tristeza era demasiado pesada para llevar a la espalda y opté por, siempre que pudiera, sustituirla por el optimismo, pues lo de la alegría no es algo que esté al alcance de cualquiera a diario, más en los tiempos que corren. Pero no me duelen prendas en reconocer que soy dado a mirar demasiado al interior y eso quizá acaba pasando factura en forma de pena. La tristeza no es mala bien administrada, sino se convierte en patológica. Últimamente opto por provocar la charla y buscar en los demás las respuestas que durante muchos años yo llevo buscando en solitario.

15º.- Has pasado por varias crisis importantes, especialmente en julio de 2008 haces crack. ¿Cómo te sentiste y cómo saliste de ellas? ¿Qué mensaje te trajeron?

Cuando decidí abandonar el periódico La Crónica en 2002 fue por un problema de estrés y de ritmo de vida que no podía aguantar. Tenía dos niños pequeños y no los veía. Aquel fue mi primer llamamiento del cuerpo que me mandó parar y le hice caso. Creo que fue un gran acierto. Durante dos años practiqué yoga y ese aprendizaje me vino fenomenal. En 2008 creo que se mezclaron también de nuevo un elevado ritmo laboral y la muerte de mi madre, que aunque hacía un año que había fallecido, no había llevado bien el duelo, no había llorado lo suficiente. De nuevo mi cabeza me dio un toque de atención y me mandó parar. Tuve una baja de siete meses hasta que me reincorporé al trabajo y lo que aprendí es lo bien que me vino ese ‘descanso’ si se puede llamar así. Pude por un lado relajar mi cuerpo, mi mente y empezar a asimilar que la muerte de mi madre tenía que empezar a asumirla con naturalidad, aunque no me acabe de convencer eso de natural. En mi familia paterna existe una propensión a la depresión y he llegado a asumir que yo también sufro esa dolencia, por eso no tengo problema en reconocer que llevo más de cuatro años en tratamiento preventivo a base de química, como otras muchas personas que conozco a mi alrededor. Es algo que ni me estigmatiza ni me impide llevar una vida más o menos normal. Lo que he aprendido es a hacer más caso a mi cuerpo y a mi mente, a ver indicios de cambios y a no temer a llevarlos a cabo.

Tenemos 5 comentarios , introduce el tuyo:

  1. QUÉ GRAN SABIDURÍA ENCIERRAN ESTAS PALABRAS. "cuerpo que me mandó parar y le hice caso. Creo que fue un gran acierto."

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  2. A Pepi le parece beneficioso para el cuerpo y mente, tener nuestras raices.

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  3. Me parece muy duro en la vida llevar las tristeza como compañera; el cambio por el optimismo me pareció un gran acierto.
    Una gran lección del T. de la E. que tú haces: "escuchas tu cuerpo".
    Pepi te felicita por aceptar esa dolencia.

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  4. Me pareces un hombre sencillo, humilde, sincero, sensible y muy honesto contigo mismo y con los demás. Es una reflexión muy importsante la que nos das. Me encanta con el cariño que hablas de tu pueblo. Creo que con personas como tu hacen crecer el pueblo.

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  5. ¡Qué sinceridad!
    Elena.

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