El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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martes, 28 de mayo de 2019

Una experiencia
en Kadampa

Pax Vostrum
Beatriz

Este mes me gustaría compartir contigo mi experiencia en un taller de meditación al que asistí en el centro de Budismo Kadampa en Palma de Mallorca.
Uno de mis días de vacaciones de Semana Santa, por mi curiosidad, afán de conocer y por casualidades no casuales que no te voy a contar para no “enrollarme”, acabé apuntándome a un taller de meditación en dicho centro.
La experiencia fue muy enriquecedora, no solo por las prácticas de mindfulness y meditación que aprendí, sino también por los mensajes que nos transmitió la monja que lo impartía, mensajes que explican porque sufrimos y porqué hacemos sufrir a los demás, y que puedo resumir en estos tres puntos:
- “Yo soy más importante que tú”.  Vivimos queriendo ser más importantes que los demás, queremos tener razón, queremos ser más inteligentes, más sabios, más guapos, más simpáticos, más sociables, más exitosos...
No paramos de compararnos y vivimos con el afán de querer ser los mejores en algo y no de manera saludable.
En muchas ocasiones, por nuestra condición social, nuestra economía, nuestra religión, creencias, trabajo, físico..., nos creemos más importantes y merecedores que los otros..., olvidando mirarnos a los ojos y así darnos cuenta de que todos somos iguales, con las mismas luces y las mismas sombras, con virtudes y defectos...
- “Mi felicidad es más importante que la tuya”. Nos desvivimos por ser felices y conseguir acercarnos al placer y alejarnos del dolor, independientemente de los daños colaterales y de que ello pueda hacer daño a otras personas. Si pensáramos cada vez que hacemos algo las consecuencias que se pueden desencadenar y el daño que podemos estar causando a los otros con nuestros actos..., probablemente dejaríamos de hacer muchas cosas.
- “Soy egoísta y no veo más allá de mí y mi historia personal. Vivo desde el obtener el mayor beneficio y placer en mi vida”. Esta tercera tiene que ver con las dos anteriores. Vivimos en nuestra historia personal, en nuestra realidad, enfocados en nuestro yo y no vemos a nadie más. Se nos olvida mirar al otro, entregar nuestro tiempo al otro, estar presentes para el otro, dejarnos de lado para aportar algo a los demás.
Después del taller, estuvimos hablando un buen rato con Kelsang Rigma (la maestra budista) mientras saboreábamos un té y la experiencia se hizo más enriquecedora si cabe. Nos contó que ella provenía de una familia de Albacete, pudimos ver su lado más humano y entrever que todo lo que predicaba lo hacía desde la práctica continua y el ejemplo.

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