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martes, 16 de septiembre de 2014

Hombre y mujer
¿Diferentes, desiguales o iguales?

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra
En  la mitad del siglo XX, Simone de Beauvoir, escritora y filosofa francesa, afirmó: “Una no nace mujer, se hace mujer”. Fue una forma plástica de plantear las diferencias entre sexo y género y para muchos supuso el inicio del movimiento feminista en defensa de la igualdad entre hombres y mujeres.
Sexo y género
Sexo y género contribuyen dos  dimensiones de la persona. El sexo, en sentido amplio, es el conjunto de características genéticas, biológicas y fisiológicas de cada ser humano. Nacemos con ellas, son innatas y de alguna manera son inmodificables. Establecen las diferencias entre machos y hembras, entre hombres y mujeres.
El género, sin embargo, es el conjunto de características sociales y educacionales asignadas a la persona. Estas características son históricas, modificables y se van fraguando con el tiempo. Establece la distinción entre lo masculino y femenino. En palabras de la antropóloga mexicana Marta Lamas, “el género es la construcción sociocultural de la diferencia sexual”.
Es decir, el género se define socialmente. Es evidente que el niño o la niña al nacer no saben cómo desarrollar el papel de hombre o mujer. Es a través de la relación con sus progenitores, la educación y mensajes culturales cómo van configurando su rol masculino o femenino.
Diferencias de sexo
Desde el punto de vista del sexo (en sentido amplio) podemos considerar algunas diferencias entre el macho y la hembra: diferencias neurológicas (el hemisferio izquierdo del cerebro, que se considera lógico, domina en el macho; el hemisferio derecho analógico, en el residen las emociones, está más desarrollado en las hembras); diferencias morfológicas (el esqueleto es más recto y vertical en el hombre y también existen disparidad en dimensión del tórax y pelvis); diferencias en el aparato reproductor y órganos sexuales externos.
Desigualdad de género
Desigualdad entendida como trato discriminatorio de un individuo hacia otro, por su posición social, económica, religión o de sexo. En este último caso hablamos de desigualdad de género.
El viejo mito del hombre dedicado a la caza y la mujer a la casa, como prototipo de las actuaciones de cada uno de los sexos, de alguna manera ha permanecido a lo largo de los tiempos y ha contribuido a las desigualdades de género.
Según este modelo trasnochado, el hombre  solamente deberá ser hombre, pero la mujer  tenía que satisfacer un triple rol: esposa, madre y mujer. El varón cumplía a la perfección su cometido en esta vida si desarrollaba una actividad extradoméstica y proporcionaba el apoyo económico necesario para el hogar. Ahí comenzaban y se terminaban sus obliga­ciones; la mujer, por el contrario, debería ser una "buena madre" (cuidado y atención de los hijos), una "buena es­posa" (obediente, dispuesta a las relaciones sexuales cuando el varón lo proponía, etc. ) y "buena mujer" ( preocupada por las tareas domésticas ).El no cumplimiento de algunas de estas funciones  producía un rechazo en el  seno familiar y social. Tan alto nivel de exigencia es lo que, de alguna manera, alimentaba el reforzamiento de las características de dependencia, pasividad y masoquismo.
La nueva mujer
La nueva imagen de la mujer, en la familia del siglo XXI, no estará gravitando sobre el intento de  ser como el hombre, ni siquiera de re­belarse contra él, pero tampoco en renunciar totalmente a sus papeles tradicionales. El nuevo modelo de mujer deberá intentar buscar su propia identidad dentro de la realidad cambiante y dinámica de la institución familiar. La solución, pues, no está en ir contra corriente, sino en de­fender un espacio y función propia dentro del sistema fami­liar. Es decir, la mujer quiere un espacio propio, donde poder desarrollar todo su mundo interno.
El nuevo hombre
En la nueva estructura familiar que está surgiendo (un dato importante es la incorporación de la mujer al mercado laboral) el hombre no es el único que aporta los recursos para la subsistencia de la familia y por lo tanto ya no es necesario que siga con su “rol de cazador”: valeroso, independiente, agresivo, racional, etc., sino que debe aportar al sistema familiar también su afectividad, el cuidado de los hijos y el cuidado de la casa.
Diferentes, desiguales e iguales
La pregunta del inicio tiene, pues, una triple respuesta afirmativa: el hombre y la mujer son diferentes en cuanto al sexo (biología, genética, etc.), desiguales en cuanto al género (rol cultural, papel en la familia, oportunidades labores, etc.) pero iguales ante la ley. Por lo tanto deberemos procurar no menospreciar las diferencias en cuanto al sexo, remediar las desigualdades producto de la cultura e intensificar y promocionar la igualdad ante la ley.

Tenemos 2 comentarios , introduce el tuyo:

  1. Muy esclarecedor. Gracias Alejandro. Otetipe

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  2. Exposición muy clara, concreta y concisa.
    Para Pepi ha sido muy gratificante el avance del rol de la mujer en la sociedad, pero a nivel familiar considera que sigue teniendo más responsabilidades, aunque tenga su propio trabajo.

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