El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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miércoles, 21 de noviembre de 2012

LA ESCUCHA EN EL DUELO: DECÁLOGO




I.-Escuchar más que hablar: sobre todo en los primeros momentos, tras el fallecimiento, la mejor actitud es la de “silencio empático”, como lo ha denominado algún autor. Es decir, no buscar explicaciones a la muerte o a la forma de producirse sino transmitir algo importante: “estoy aquí contigo”. Cuando nos empeñamos en intentar justificar lo injustificable como es la muerte de un niño, o de un joven o de un abuelo, en muchas ocasiones estamos tapando nuestra propia angustia y nuestras dificultades para aceptar el hecho luctuoso. Hay que ser oído mas que boca, para soportar el sufrimiento del otro sin derrumbarnos.

II.-La importancia del contacto físico: todavía recuerdo el abrazo cariñoso y silencioso que recibí de un buen amigo ante la muerte de mi padre; no pronunciamos palabra pero su presencia física fue suficiente para encontrar paz en mi espíritu angustiado. Es la misma experiencia que se tiene cuando un bebé llora: se le abraza, se le besa y deja de llorar.

III.-No utilizar tópicos ( “no te preocupes”; “ya saldrás adelante”; “tienes que ser fuerte”;”esto pasa pronto”, etc.): cuando uno está en plena angustia, estas expresiones o algunas parecidas, lo menos que producen es un sentimiento de lejanía, de que el otro no entiende nuestro dolor. Hay que acompañar al sufriente desde nuestro propio sufrimiento. No podemos poner “paños calientes” en una herida que está abierta y sangrando.

IV.-No intentar consolar: por ejemplo, afirmando todo lo bueno que aún le queda al superviviente: hijos, salud, hacienda, “toda la vida por delante”, etc. En esos momentos poco importa lo que se tiene, pues el sufrimiento se centra en lo que se ha perdido. Este tipo de intervenciones mas que ayudar provoca malestar pues el superviviente percibe que no es comprendido en su dolor.

V.-Ofrecer una ayuda concreta: las propuestas generales y ambiguas: “me llamas cuando quieras”, “ya sabes donde estoy si me necesitas”, etc. sirven para muy poco. Por el contrario, sería más eficaz decir algo concreto: “ya lo he dispuesto todo y te vienes este fin de semana a casa con nosotros”, por ejemplo.

VI.-Disponibilidad: la “escucha en el duelo” no tiene ni día ni hora determinada; no se programa ese encuentro, sino que el amigo o familiar tiene que estar disponible las veinticuatro horas del día y todos los días, al menos en las fechas próximas a la muerte, para recoger los miedos, las angustias, las culpas y temores del superviviente.

VII.-Empatizar, pero sin ser invadido por la angustia del otro: debemos “ser el paño de lágrimas”, pero sin que la angustia del otro nos atenace e invada de tal manera que nos incapacite para mantener un mínimo equilibrio que nos permita una adecuada ayuda.

VIII.-Es más sano “recordar en paz” que olvidar: incluso cuando la relación con el difunto haya sido tumultuosa, no es bueno intentar poner un tupido velo sobre esa experiencia negativa, sino que debemos esforzarnos por repasar de forma auténtica las biografías cruzadas, con las sombras pero también con las luces, que siempre podemos repescar. El mirar conjuntamente el álbum familiar puede servir como instrumento para reencontrarse con el verdadero vínculo con el finado.

IX.-La importancia del “nosotros”: Aunque cada persona tiene una forma específica de manifestar su duelo y tiene su tiempo para elaborar una muerte, lo que es evidente es que un clima de solidaridad y de amor será un catalizador positivo para curar la herida de la pérdida.

X.-Pedir ayuda: el duelo es un proceso normal, pero a veces se complica: se alarga en el tiempo (meses y meses) o bien aparecen conductas patológicas: adicción a la bebida, ideación suicida, una depresión clínica o el contrapunto de una fase maníaca. En cualquiera de estas situaciones hay que pedir ayuda a un profesional: psicólogo o psiquiatra.

Estas “diez mandamientos” se cierran en dos: 1) debemos procurar dar una respuesta auténtica y personal, dejando que hable más nuestro corazón que nuestra mente y 2) en la “escucha en el duelo” debemos sentir (escuchar) más al otro que a nosotros mismos.


Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra

 

Tenemos 3 comentarios , introduce el tuyo:

  1. Agradezco esta sabrosa reflexión del psiquiatra

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  2. Estoy viviendo el duelo por el fallecimiento de mi madre, y hasta el presente, me estoy haciendo la escucha a mí misma, y me está siendo muy beneficiosa. Reconozco que la tristeza me ha invadido, lloro a mares, pasando a la vez por mi mente múltiples recuerdos, y la paz vuelve a mi interior. Pepi

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  3. Creo que en esos momentos basta con estar junto al que está pasando este trance. Es esa escucha silenciosa de la que habla el psiquiatra. En un primer momento hay que dejar todo el protagonismo al corazón, luego vendra la razón. ERASMO

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