El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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miércoles, 19 de diciembre de 2012

UNA MUJER TRANSPARENTE



A ella le hechizaba ser tosca, bruta, exageradamente, tanto que llamaba la atención. El, astuto y atrevido, una vez superado el inicial rechazo, se acercaba a ella mantenimiento una prudente distancia, no vaya a ser que las púas de la piel de la mujer se le clavaran en el pecho y le explotaran sus mejores deseos.

Se abrieron a un juego común. Un juego de posibilidades para ver quien era quien. Los dos avanzaban en esa complicidad recíproca. Cada uno sin olvidar su madriguera. Su posada.

Ella poco a poco fue bajando la guardia, aflojando su coraza de acero y dejó de lanzar miradas agresivas, despreciables, distantes, dejándose acariciar la cara por el viento de la amabilidad. El, lentamente, aplicando la sabiduría de los zorros – hora están cerca, hora están lejos- tendía puentes de madera que se pudieran poner o quitar a discreción y lanzaba palomas mensajeras, con preguntas curiosas, al estilo del Principito: “¿Quién está detrás de tu máscara?”

Ella dejó de romper los mensajes, de dar patadas en las espinillas por debajo de la mesa y de escupir expresiones barriobajeras, como: “tú no me aguantas un asalto” o “te fulmino con mi desprecio”.

Una mañana se encontraron frente a frente. A ella no le había dado tiempo a pintarse la cara de niña mala. El, despistado, sin argumentos, no había ensayado la siguiente partida, el siguiente movimiento de la pieza de ajedrez.

- ¿Por qué te empeñas en parecer una roca?

- De pequeña me dijeron que era un camionero.

- ¿Y te lo creíste?

- Sí

- ¿Temes que alguien te haga daño?

- Alguien me ha hecho daño, por eso...

- ¿Por eso?

- Me fortifico

- ¿Y?

- Oye, contigo es diferente.

- ¿Diferente?

- Sí, me has calado.

- ¿Y?.

- ¿Quieres saberlo?

- Has derribado mis defensas.

- ¿Tus defensas?

- Me gustas. Me has visto como realmente soy y me he quedado colgado de ti, como una idiota. Pero -¡qué carallo!- estás ocupado. Esto no tiene arreglo. Me dan ganas de volverme a fortificar.

- Lo siento. A lo mejor cautivas a alguien más al mostrarse como eres.

- ¡A lo mejor!. Pero a mi me habías gustado tú.

El pensó que lo mejor era callarse y fundirse con ella en un abrazo. Los que pasaban por allí cuentan que primera vez la vieron llorar.

Valentín Turrado

Tenemos 3 comentarios , introduce el tuyo:

  1. ¡Cuánta máscara, cuányo teatro! La vida enseña que a veces hay que potegerse, aparentar lo que no eres, hacer ver otra cosa...y sin embargo debajo de ello hay, siempre, una persona que sufre, un ser que ama...qué bueno es llegar a ese fondo donde hay sinceridad, autenticidad, verdad. En el TE queremos llegar a ese lugar auténtico, para hacerse fuerte. ERASMO

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  2. Es cierta la frase: "Las apariencias engañan". Muchas veces la vida ha sido tan dura con nosotros, que aparentamos ser fieras, sin sentimientos, y cuando notamos el acercamiento sincero de los demás y nos abrimos, lo que demostramos es que necesitamos dar y recibir, porque estamos carentes de: cariño, comprensión, diálogo, valoración porque también tenemos nuestro "corazoncito".

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    1. 2º comentario de Pepi. A veces también deberíamos poner una máscara; para observar a los demás, y que no se percaten que les estamos observando.

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